Mi madre

lunes, 28 de abril de 2008

Mi madre estaba muerta. Yacía junto a mí sobre su lecho de eternidad. Parecía dormida, como en los recuerdos de lejanas noches de verano pasadas en la infancia. Pero ahora su semblante estaba cubierto por un frío halo de palidez y sus manos cruzadas sobre un pecho inerte que había olvidado su pulso vital. No siempre resulta fácil asimilar los fenómenos que llegan ocultos bajo la irreal impresión de cotidianidad inmutable donde creemos existir. Orden lógico es que el hijo vele el cuerpo de la madre, ambos en silencio, mutua obediencia de la ley que no puede ser ignorada ni transgredida en forma alguna. Su rostro severo, ausente de piedad por sí mismo, admirable en su serenidad, frente a la triste mirada de su hijo ante la despedida que nunca termina en la memoria de los vivos, que deviene en reencuentro con el paso de los años.Contemplé a la mujer que me había dado la vida, sintiendo que una parte de mí había muerto, y algo de ella seguía viviendo en mi interior.Si tuviese que destacar la cualidad más característica de mi madre, creo que ésta sería sin lugar a dudas su intensa e inagotable vitalidad, que hacía extensible a las personas que se encontraban a su alrededor. Siempre activa, incansable, ocupando sus horas en las más diversas actividades que puedan imaginarse. Pero sus acciones nunca carecían de la justa dosis de reflexión necesaria, suministrada por su aguda e inquieta inteligencia. Demostró que los sabios no tienen porqué ser exclusivamente hombres de pensamiento y actitud contemplativa. Decía no tenerle miedo a nada en este mundo y así lo reflejó constantemente en su conducta hasta el último día, hasta el último aliento, sin derrumbarse moralmente ni por espacio de un solo segundo. Se despidió de nosotros con una solemne sonrisa, expirando serenamente como uno de los héroes de leyenda de la Antigüedad. Jamás conocí –y seguro estoy de que jamás conoceré- persona más firmemente arraigada a la dura tierra de la realidad natural tal cual es.Cuando era niño –y aún más en mi adultez-, su valor y entusiasmo ante las cosas me impresionaba, era un ejemplo viviente para mí. Siempre me preguntaba cómo era posible poseer semejante valentía inquebrantable conociendo las múltiples formas que adopta el horror para manifestarse en nuestro mundo. Era sencillamente increíble. A ella debo la solidez de mi carácter y una personalidad sin fisuras. Cuánto le voy a echar en falta.
Se lo dedico a la SALO. -ME- para sus nietos (salome, hoy nos ha dicho Adios) Descanse en Paz.

2 comentarios:

Suika dijo...

En primer lugar lo siento mucho.... y después decir que como siempre la historia me a llegado, es preciosa.
Besos

Anónimo dijo...

Lo siento mucho. Fue una gran mujer