El Espejo

miércoles, 18 de junio de 2008

Hace unos 4 años, John llevaba una vida totalmente normal. Todo lo normal que puede ser la vida de una persona de clase media, con un trabajo sin condicionantes de stress ni angustia depresiva. Estaba en previsión de casarse. Tenía novia formal desde hacia 6 años. Y su vida transcurría con total orden. El día de su boda ocurrió el hecho detonante.A la puerta de la iglesia, le comunicaron la noticia: Su novia había fallecido en accidente de tráfico. John no pudo hacer otra cosa que encerrarse en su casa y llorar su propia desgracia.Un tiempo después, decidió visitar a alguna especie de bruja, o vidente, ya que decía tener el presentimiento, de que su novia, desde allí donde estuviese, tenía algo que decirle. Creía más concretamente, que su novia quería enseñarle algo.Esta adivina a la que visitó debió intentar que John desistiese de su propósito de comunicarse con su amada, diciéndole que los muertos tenían su sitio, y no era bueno que se mezclasen con los vivos y viceversa. Pero tras la insistencia, le instruyó en una forma de contactar con ella.Las instrucciones eran aparentemente sencillas: Debía tener preparado un espejo amplio tapado con una manta oscura durante todo el día de difuntos, colocando cuatro velas que una vez encendidas, iluminasen el espejo. Entonces, al llegar la media noche, debería pronunciar doce veces el nombre de su amada, acompañado por las doce campanadas del reloj de la iglesia del pueblo. Y tras ello, solo le quedaría destapar el espejo para ver lo que ella, le quería mostrar. Fue en ese momento, en el que algo ocurrio,lo único que se sabe es que los vecinos, le oyeron gritar, y cuando llegaron a la casa se lo encontraron en pleno ataque de histeria, con la mano sangrando, derrumbado frente a un espejo roto. Y desde entonces, siente un pánico atroz a los espejos, y en cuanto ve uno, se le presentan cuadros graves de histeria, en los que llega incluso a auto lesionarse.No tengo la menor idea de lo que vio ese pobre hombre en el espejo, pero me estremezco solo de pensarlo,... Y mientras escribo esto, no me atrevo siquiera a mirar atrás... Para comprobar que en esa superficie de cristal que utilizo a diario para mirarme antes de salir de casa, no hay nada extraño...

1 comentarios:

Dav dijo...

jejeje.
Este tipo de relatos me encantan. ¡Pura leyenda urbana! Por cierto, menuda pasada de foto la que acompaña. Me la quedo!! :p